“ La Captatio benevolentiae, del latín captatio ('captación, acción de buscar algo') y benevolentia ('benevolencia') en el caso genitivo, es un recurso literario y retórico a través del cual el autor intenta atraerse la atención y buena disposición del público, en el caso de un discurso, o lector, si apareciese en una obra escrita. Los autores hacen alusión la mayoría de las veces a que los oyentes o lectores sean comprensivos con sus errores aduciendo alguna excusa o razón, si bien en muchos de los casos es, presumiblemente, falsa modestia.”
Otro escrito empezando con una definición, un recurso que ya he utilizado en otras ocasiones contigo, ya empieza a resultar aburrido, pero es un recurso que me gusta. En este caso la definición no acaba de ser del todo acertada, porque ahora no se trata de una falsa modestia, es más un ejercicio de sinceridad, unas condiciones de contrato, con las que espero que seas comprensiva.
Ayer, mientras leía el libro que compré hace unas semanas tan sólo por el título, recordé como soy yo, como era y como me gustaba ser. La verdad, no soy el hombre perfecto, no sé si te habías dado cuenta. No tengo alma de cantautor ni de poeta, no entiendo que “Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien” y cuando leo “Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo” no pienso en Neruda si no en el Sabina más sátiro. Yo no creo en el amor pasional eterno, no creo en morir de amor ni en dejar de comer por suspirar pensando en otra persona. Yo no soy el simpático del barrio. Yo no sé decir en el momento adecuado la palabra precisa. Y las venas de mis brazos están tapadas por pelos que han errado en su localización. Yo no puedo prometerte una vida feliz en una buhardilla de París. Yo no puedo explicarte historias de lugares lejanos, de comidas extrañas, de selvas frondosas. Yo no sabré comprenderte siempre. Yo no tengo paciencia infinita. Yo no besaré tu ojo menos bueno. Yo no te querré con acento exótico. Yo no te llevaré a una escalera que te conduzca al cielo, la mía es de caracol y se enrolla sobre si misma, a veces de subida, otras de bajada, pero mostrando múltiples veces el mismo aburrido paisaje. Yo no te haré sentir cosas que nunca antes sentiste.
Yo soy un tipo normal, de la media, desviación stándard arriba, desviación abajo. Un tío que disfruta leyendo historias normales, de gente normal que se va de viaje con cuatro amigos, en vez de preguntarse quienes somos, a dónde vamos o de dónde venimos… un tío al que le gustan las historias en las que los protagonistas son el Marcel y la María; que grita con un gol de Messi. Yo me emociono con un flashback en medio de un tiroteo o con un trineo que se llama Rosebud. Yo digo lo que pienso, y también pienso lo que digo. Yo me he roto dedos de la mano jugando a baloncesto. Yo tengo miedos: me asusta quedarme despierto en la cama, pensando en lo hecho y por hacer. Yo tan sólo escribo cuentos en que la gente se queda ciega, y al final… al final siguen ciegos; o de gente que se tira a un hámster y lo acaban reventando. Yo discuto las cosas y me cuesta admitir que otro tenga la razón. Yo soy impaciente, el mundo algún día será de los impacientes, espero. Yo tengo principios y finales.
Con todo esto te ofrezco un amor civilizado, pausado y tranquilo, sin dramatismos. Yo te ofrezco sinceridad, alguien que discutirá contigo cuando no esté de acuerdo. Yo te ofrezco un abrazo en el momento adecuado, aunque sin palabras precisas. Te ofrezco admiración, aunque en silencio. Te ofrezco un vino blanco. Te puedo ofrecer una hipoteca, un plan de pensiones, una cuenta ahorro… todo ello a largo plazo. Incluso te ofrezco un viaje, de cuando en cuando, a alguna ciudad extranjera, lo suficientemente cercana para que el jet lag no nos afecte demasiado. Te ofrezco alguien con quien compartir el día a día. Te ofrezco domingos por la tarde y lunes por la mañana. Te ofrezco otro 23 de abril y otro cumpleaños feliz. Te ofrezco estar a tu lado, esta vez sin echar a correr. Te ofrezco un oído deseoso de oírte, una mano para tirar adelante, un hombro donde apoyarte cuando estés cansada. También te ofrezco alguien que te pedirá ayuda cuando se encuentre mal y que compartirá contigo sus temores. Te ofrezco un beso aquí y otro allá. Te ofrezco un t’estimo y un te quiero. Te ofrezco sentir cosas que ya sentiste hace años.